El otro día soñé que me amabas,
Ke tus dones, convertidos en savia y corteza,
En danzas e irrintxis, me regalabas.
Soñé ke saboreaba el alma de tu húmeda tierra,
Hecha de barro y helechos, de hayas y robles,
De pastos de fresca hierba y agua.
El otro día te soñé orgullosa y guerrera,
Pero también cansada.
Te soñé traviesa y alegre,
Pero también con una pena en el alma,
En el alma enraizada.
Y quise lavar por siempre tu herida,
Curarla con besos llenos de esperanza.
El otro día te soñé,
Y soñé ke tu alma se marchitaba,
De normalizar la tristeza, el eterno trauma,
Y quise desenterrar la raíz de la herida
De ese árbol milenario ke comprende tu vida.
Y sin quererlo, me ví enterrada en el manto de tus sueños,
Llenos de dioses, duendes y hadas,
En donde la tierra por fín,
Despertaba y sanaba
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