Cada ramaje,
de éste árbol milenario,
avellano, escondido, en el profundo olvido.
cada ramaje
de un Avellano,
que se odia a sí mismo.
olvido,
de sus raíces ancestrales
olvido,
de sus flores,
que no miran ya,
hacía tu cielo,
ni al árbol que a su lado yace
queriéndolo.
El No tatuado,
en algún perdido aro
de su ancestral edad.
El No lo domina,
tal vez por el recuerdo infinito
de alguna herida
que el viento le hizo.
Y el viento hiriendo
al susurrar,
una verdad
convertida en hecho:
convertida en mullido lecho:
amor mío,
árbol mío
si al morir, recuerdas,
no te arrepientas de nada.
Sí al morir recuerdas,
conviértete en luz.
o pídete a ti mismo.
volver a nacer,
porque si arrepentido,
recuerdas mi cariño.
será que los sueños duelen
cuando se ven incumplidos
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